jueves, 2 de febrero de 2017

Samanta Villar: “Contar que te han donado óvulos es como salir del armario”

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Samanta se ha puesto a abrir armarios. Y lo ha hecho de par en par, a su estilo, contando clarito en un libro cómo es darte cuenta de que no podrás tener hijos si alguien no te dona sus óvulos y metiéndote hasta la cocina del embarazo de Violeta y Damiá, sus mellizos. O hasta el quirófano, más bien, que así es como comienza su ‘Madre hay más que una’: Villar entrando en camilla a un espacio aséptico tras saber a los 39 que su reserva ovárica está bajo mínimos. Antes y después de esa imagen, muchos sentimientos, hormonas, tópicos y tabúes. “Te dicen que ser madre es lo mejor que te va a pasar en la vida. ¡Es mentira, llevo 10 meses sin dormir!”.
El resumen cronológico es más o menos así: Lo intentó con su chico, no funcionó. Buscó ayuda para una in vitro y se dio cuenta de que con sus óvulos no podía ser. Tomaron la decisión de recurrir a la donación. Se lo contó a su abuela y lloraron juntas –uno de los capítulos más emotivos-. Pasó un ‘duelo gestante’ por su ADN –muy interesante este ‘nuevo’ concepto-. Y un aborto. Cuando pensó que había tenido otro, le dijeron que venían dos, un niño y una niña. Damiá llegó con el cordón anudado: unos días más hubiesen tenido consecuencias graves. Y ahora está de promo del libro, no duerme y espera con ansia volver a trabajar: “Soy borde con todo el mundo, te cambia el humor, la pareja se resiente…. ¿Por qué no nos cuentan que la crianza es un infierno? ¿Por qué quejarse está mal visto y te llaman egoísta?”.
¿Da pudor hablar de todo esto?
Es la vez que más me expongo públicamente, esto sí que es una cosa muy íntima. La gente se cree que por estar en televisión lo he enseñado todo y no. Sé reservarme las cosas. Me ha costado, pero he sentido que debía contarlo por coherencia con mis valores: los personajes públicos tenemos que hacer gestos que ayuden a normalizar cosas y yo podía hacerlo con la donación de óvulos.
¿Qué dijo tu chico?
Lo meditamos mucho y, cuando leyó el manuscrito, me dijo: “para adelante”.
Cuentas cómo viste en una pantalla el momento de la concepción de tus niños…
Fue muy bestia. No es exactamente la concepción, sino en el que te dejan el embrión en el útero para que agarre. Emocionalmente no fue sin embargo lo más impactante, todo lo esto lo he vivido un poco como periodista, me ha ayudado a ser más fría y más distante. Me observaba a mí y todo el proceso como periodista, me pasa con muchas cosas.
¿Un modo de protegerte?
Inconscientemente sí.
¿Qué lío esto de la maternidad, no?
Mucho. Aunque yo diría más bien ‘qué sesgado esto de la maternidad’. Ha llegado un relato único que se resume en ‘es lo mejor que te va a pasar en la vida’. Y eso no es verdad. O no solo. Viene de la mano de miles de altibajos, físicos y emocionales. Más un sacrificio descomunal en el momento de la crianza que nadie cuenta, por miedo al qué dirán o por un sentimiento de vergüenza al no estar viviendo eso como se supone que se debería. También hay una sensación de ser mala madre o padre. Es muy curioso, porque cuando abres la caja de pandora todo el mundo te da la razón.
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¿Te lo dicen las otras madres?
Todo el tiempo. Que si están fatal, que si yo estuve tres años sin dormir, que si… Y entonces les dices, ‘¿pero por qué no me lo habéis dicho antes?’ Pues ya te lo digo yo: porque quejarse de la maternidad está mal visto.
¿Te llaman egoísta si te quedas?
Eso es. La gente se queda a cuadros cuando dices esas cosas. Y te preguntan si no te hace ilusión ser madre. Pues claro que sí, pero es que mi vida era preciosa antes de serlo. Tenía un vidón. Y ahora sigue siendo bonita, pero porque me emperro en pasármelo bien a pesar de no dormir, de haber perdido mi libertad y de haber destruido lo que más me gustaba.
Que era…
Disponer de mi tiempo. Hablo de coger mínimas como coger el teléfono cuando alguien llama o ir a orinar, no de un fiestón. El nivel de sacrificio que nos exigen los hijos, si lo pidiese una pareja, sería intolerable. Si nos lo exigiera un trabajo, lo llamaríamos esclavitud. Lo que pasa es que todo el mundo entiende que te quejes de una pareja o un trabajo que te haga eso, pero no te puedes quejar cuando los hijos te ponen en la misma situación.
Y entonces tú vas y te rebelas y lo dices…
Eso es. Estamos todos igual de pringados. Digamos la verdad de una vez en lugar de hacer el cuentito este de qué bonito es ser madre. ¿Estoy siendo rigurosa cuando digo que he perdido calidad de vida o no?
¿La unión hace la fuerza?
Es que no ayuda que no se pueda compartir. Hacerlo es terapéutico. Si tienes que vivir esto en soledad y con temor al juicio, se agrava el problema. Ponte a no dormir diez meses y dime si querer hacerlo es egoísmo. Por favor, seamos serios.
¿Cómo redefinirías la maternidad desde todo lo que sabes?
Destrucción (risas).
¿Estás en el pozo ahora?
Claro, mis niños tienen 10 meses, estoy en lo más duro. Irá mejorando. Aunque por ahí me dicen que no, que luego los problemas son más grandes.
Otro tabú es la donación de óvulos: una imagen muy bonita es cuando se l cuentas a tu abuela…
Fue muy especial. Era un momento delicado, porque era única persona de la familia que no sabía cómo iba a reaccionar. Estábamos en la casa de la playa, haciéndonos la cena. Ya lo tenía decidido, pero se lo fui contando con suavidad, como si me estuviera decidiendo a adoptar un niño… o un óvulo. Su respuesta fue muy emocionante. Cuando dijo ‘que te pongan un óvulo, que luego se te olvidará que es de otra mujer’, joe, me llegó al alma. Fue una cosa súper empática. Las dos teníamos la lagrimita en el ojo.
Se le pone a cualquiera…
Sí, estoy ahora con un nudo en la garganta… Cada vez que lo cuento me emociono un poco. Tener que ‘convencerla’ hubiese sido muy doloroso para mí, en el sentido de no contar con el apoyo al cien por cien de mi familia.
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Está muy bien que lo compares con salir del armario
¡Es que lo es! Hay un armario cerrado increíble. Mira, a partir de los 40 años, casi ninguna in vitro se puede hacer con los óvulos propios. La reserva ovárica cae en picado en los 35 y a los 40 está fatal. Sí, todos esos casos que se te vienen a la cabeza de mujeres, famosas y no, que han tenido hijos a partir de esa edad… Blanco y en botella. ¿Alguien ha dicho algo? No… Para mí ese estrés de esconder algo todo el tiempo sería insoportable. ¡No a ese armario! ¡Abre, que entre el aire fresco!
Da la sensación de que en la maternidad se va de tópico a tabú y de tabú a tópico
Todo lo relacionado con sexo y mujer está silenciado o predeterminado culturalmente: te dicen cómo lo debes vivir. En cambio con los tíos no. Y lo peor es que somos nosotras las que reproducimos este esquema. De las madres a las hijas. Ningún tío me ha venido a decir que ser madre es lo más maravilloso que me va a pasar.
¿Hay pendiente una revolución en la maternidad?
Se está haciendo ya. Hablamos de las cosas más. Madres arrepentidas, malas madres, yo contando esto… nos estamos liberando de este discurso único. Que las generaciones futuras decidan con libertad, no engañadas como nosotras.
¿Qué pensaste cuando te dijeron que estabas embarazada?
Prudencia. Ya habíamos tenido un aborto. Alegría, pero calmada. Paso a paso. Me empecé a emocionar en la 28. Y fue conscientemente, porque cogí a mi pareja y le dije: ‘oye, hasta ahora ha ido con calma y bien, pero se nos está acabando el embarazo y aquí tú y yo no hemos jugado a qué guay esta tripa’. El último trimestre lo jugamos bien: la patada, el nombre, la habitación. Esas cosas.
¿Y cuando supiste que eran dos?
Había muchas probabilidades, pero la cosa es que yo tuve pérdidas y creí que había tenido otro aborto, así que cuando me dijeron en la clínica que no, que estaban bien y que además eran niño y niña… ¡imagínate! Ahí sí que lloré.
¿Cómo fue el parto?
Estuve con la epidural y muy atenta a todo lo que me iban diciendo los médicos. Mi chico estaba allí y hubo un momento en el que se le cambió la cara y supe que algo iba mal. Al cabo de un rato el ginecólogo me enseñó el cordón anudado de Damiá, por el que apenas le llegaba oxígeno y alimento. Lo que es la vida, si llegamos a retrasarlo unos días, quizá le hubiese pasado algo grave. Pero no, tuvimos suerte. Nos salvamos por los pelos de una desgracia que no sé cómo lo hubiésemos gestionado. ¿Cómo habría reaccionado yo?
¿Te creces en los problemas?
Me concentro. Desconecto emocionalmente y lo que hago es ser muy mental. Soy muy tío para eso, mi parte masculina está bastante desarrollada.
¿Cómo están Violeta y Damiá ahora?
Ellos fenomenal. La que estoy jodida soy yo. No descansar me afecta emocionalmente: soy borde con todo el mundo, te cambia el humor, la pareja se resiente… Estoy deseando volver a trabajar. Acabo de firmar con cuatro un programa de reportajes y me lo llevo a Barcelona, así que genial. ¿De verdad puedo estar un año sin dormir y no morirme? ¿Por qué nadie habla de que un montón de parejas se separan un año después de parir?
De hecho pones un anexo al final del libro sobre el posparto. Hagamos aquí otro:
Hay que contarlo para las que vengan detrás: el posparto es el infierno. Ojo con lo que se te viene encima. Yo tuve una depresión posparto que nadie me diagnosticó. Menos mal que estaba mi madre allí. Hubo un día que me obligó a bajar la basura después de varios días triste y sin salir de casa y fue la misma sensación que salir de un ‘after’.
Dime algo bueno, va…
Que si te dejas contagiar de su espíritu, vuelves a ser niña. Juegas, te tiras por el suelo, te transforman. Y eso está muy guay. Y también está muy bien que sales media hora a comprar algo y cuando vuelves tienen una alegría de verte enorme, te quieren tanto que dices, ‘pero madre mía, ¿quién me ha querido así a mí? ¿Quién se ha alegrado así de verme?’ ¡Ni un novio! ¡Ni mi madre!

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