lunes, 5 de octubre de 2015

Samanta Villar: “Creer que todas las prostitutas son esclavas es ser un ignorante”


Dicen que la prostitución es la profesión más antigua del mundo. Y está en todas partes, en la esquina de nuestras casas, en hoteles, clubes, discotecas… o hasta en el piso vecino. Un tema controvertido que Samanta Villar trata con naturalidad y rigor en el libro Nadie avisa a una puta.
Asegura que aunque el libro ya está publicado no ha dejado -ni dejará- de leer e informarse sobre el tema. “No paro de documentarme, hay mucho más sobre prostitución de lo que se cree, hasta incluso poesía. Me interesa mucho”.
La periodista se inmiscuyó en su primera aventura literaria sumergiéndose en la vida de 9 meretrices que lo son (al menos 8 de ellas) porque quieren. Asegura que considerar que todas prostitutas son esclavas es de ser “ignorantes” y reconoce que llegó a plantearse probarlo para poder contarlo mejor.
¿Por qué Nadie avisa a una puta? ¿Es tal el estigma social que tienen?
El estigma que se ha establecido funciona a la perfección. La prostitución es uno de los ámbitos en los que la mujer puede conseguir de manera muy rápida muchísimo dinero y yo creo que por eso desde siempre se ha penalizado desde una esquema, como dicen los abolicionistas, heteropatrialcal neoliberal.
Es un trabajo que se ha estigmatizado para evitar que la mujer no pueda ejercer el poder que tiene por encima del hombre en este sentido. Efectivamente el estigma funciona tan bien que la mayoría de la población lo que tiene de información es una parte muy sesgada de lo que es la realidad. La prostitución se percibe como algo indigno, dañino y perjudicial para la mujer. Por esto mismo la mayoría de las personas que empiezan a prostituirse no tienen ni idea de cómo es ese mundo y la mayoría de ellas al principio lo hacen desde el miedo y desde la pura necesidad económica. Lo que ocurre es que cuando ya están dentro descubren algo totalmente distinto y deciden permanecer. Piensan, “oye pues esto está mucho mejor de lo que me contaron”. Considero que el estigma es una manera de control de la sociedad y no solamente por parte de los hombres. Hay muchas mujeres que perpetúan esos esquemas. La gente abolicionista, por ejemplo, cree que hace el bien apuntando a que la prostitución es lo peor y lo que hacen es el mal.
En el libro recoge 9 historias. ¿Le constó acceder a ellas?
Es muy difícil. Calculo que el porcentaje de prostitutas dispuestas a hablar es menos del 2%. Para conseguir a dos prostitutas que quieran hablar hay que llamar a cien. Esto ocurre porque la mayoría, debido una vez más al estigma, llevan una doble vida y no quieren que nadie sepa lo que son. Incluso guardando el anonimato, como hice con la mayoría en el libro, aún así les costaba. Esto en televisión sería un 1%, casi imposible. Mi equipo y yo sí que conseguimos hacer varios reportajes en televisión con mujeres que se atrevieron a dar la cara pero cuesta y mucho porque la gran mayoría lleva años llevando una doble vida y están acostumbradas a que la gente se acerque a ellas con prejuicios y ganas de valorar si lo que hacen es bueno o malo. Ellas están hartas de responder a la pregunta, ¿Y por qué no lo dejas? Algo que yo personalmente encuentro totalmente insultante.
Como periodista, cuando entrevistas a una de estas chicas empiezas no dese cero con ellas sino desde menos tres, es todo una cuestión de tiempo, de seguir con ellas, acompañarlas, ganarse su confianza, demostrarles que no las criminalizas, que simplemente ves, escuchas y entiendes cómo funciona su mundo. Ahí es cuando ellas realmente se abren.
¿Cuánto tiempo tardó en recopilar todo el material?
Mucho y sigo en ello. Llevo cinco años en los que no paro de leer sobre prostitución y, aunque Nadie avisa a una putaya está publicado sigo leyendo sobre el tema. No paro de documentarme, hay mucho más de lo que se cree sobre el tema, hay hasta incluso poesía. Me ha interesado y seguirá interesando mucho.
Dice en el prólogo que pensaste incluso en meterte en el papel y llegar a prostituirte para la investigación. ¿Qué hay de cierto en ello? ¿El estigma pudo más?
Pues sí es cierto y la realidad es que lo que me frenó fue el estigma que existe. Eso me habría quedado para el resto de mi vida. La realidad es que la mayoría de la gente no soporta la libertad individual porque les deja en evidencia, les incomoda mucho. La mayoría se siente cómoda con lo patrones ya establecidos y se señala a quienes van por libre. Yo cuando veía que las chicas a las que entrevistaba me decían: “Oye, tú tranquilamente podrías cobrar 3.000 euros por servicio”, mira qué quieres que te diga, una sinceramente se plantea muchas cosas.
¿Existen muchos mitos entorno él?
En el libro puntualizo que es legal, lo que ocurre es que es un tema que siempre está en un limbo de alegalidad ya que ciertamente no está regulado y existe mucho desconocimiento social al respecto. Por ejemplo, se tiene la imagen de que los dueños de los clubes de alterne son los grandes proxenetas y en realidad las verdaderas son las mandames que están en los pisos privados donde nunca puede entrar la policía porque es privado. Hay varios mitos que rodean el oficio que se repiten como patrones y que tienen poco que ver con la realidad.
La trata existe pero la gente piensa que la mayor parte de las prostitutas son esclavas y eso no es así. He podido comprobar que quienes lo son por elección, que son mayoría, tienen mucha más libertad que muchos de nosotros, mucho más dinero y más tiempo libre, con lo cual deciden mucho más qué hacen con su vida. Considerar que todas las prostitutas son esclavas es ser un ignorante. Es verdad que la prostitución tiene partes muy duras, sobre todo el estigma social que acarrean quienes la ejercen pero, la realidad es que, como apunta Naciones Unidas, sólo 1 de cada 7 mujeres es víctima de trata. Esto quiere decir que 6 de cada 7 están en la prostitución no por una coacción violenta, sino por necesidad económica y, eso pasa en muchos trabajos, no sólo en este. La imagen que se tiene de las meretrices es la de las de la calle, y ese gurpo según el INE sólo representa el 7% de la profesión. El 67% es en los clubes y el veintitantos por ciento en los pisos privados. Esto muestra que la realidad es prácticamente invisible para la gente.
En el libro mete al lector en la mente de una persona que es cliente ¿Cuál es perfil del ‘putero’?
La realidad es que la mayoría son hombres de 35 a 50 años casados y algunos más jóvenes. Según las estadísticas, el 30% de los hombres alguna vez ha sido cliente. Eso es uno de cada tres hombres y obviamente no lo dicen ni lo dirán. Es algo que a ellos también les pesa, también tienen ese estigma.
Partidos como Ciudadanos han vuelto a sacar a la palestra política el tema abogando por su regularización. ¿Cree que se debería regular?
Sí, pero la motivación que me mueve a mí no es lo mismo que a ellos, que creo que les mueve el dinero ya que ven ahí pasta que recaudar. Temas tan duros como la trata de personas seguirá existiendo, como existe la explotación contra trabajadores y habrá que seguir luchando contra ella. Pero sí me parece que con la regulación se ayuda a muchas mujeres que quieren tener sus derechos salvaguardados. Es cierto que algunas no quieren, pero regulándola tendrían derechos y prestaciones que ahora no tienen. ¿Por qué principalmente hay que regular esto? La realidad es que muchas mujeres se pasan toda la vida siendo meretirces y lo hacen sin cotizar. Y cuando se jubilan, no tienen pensión o cuentan con la mínima. Este tema es muy complejo porque el estigma es tan potente que muchas de las prostitutas estarían dispuestas a que se les hiciera un contrato laboral pero lo que no querrían es que su vida laboral quede marcada por la prostitución, que no haya papeles oficiales donde conste que son meretrices. Pienso que se debe actuar en tres frentes, hay que regularizarlo, que es lo que propone Ciudadanos, pero tiene que ir unido con dos alternativas: primero, garantizar puestos de trabajo a las mujeres que no desean prostituirse y a aquellas que sí, ayudarlas también en el terreno social, para acabar con el estigma. Informar, normalizar, dignificar… lo que yo llamo dignificar a nuestras putas. Lo que no puede ser es que se quiera normalizar sin luchar contra el estigma.
“Gracias a mis padres por haberme criado en libertad”, dice al principio del libro. ¿Crees que la manera en la que se ven, entienden y aceptan este tipo de temas empiezan desde casa?
Totalmente. Yo me siento muy afortunada por la educación que me han dado mis padres, una pareja de clase media trabajadora. Ellos siempre me dieron una educación muy libre, a mí jamas me han inculcados determinados miedos por salir, o avergonzarme por determinadas acciones o actitudes. Al contrario, sabían que yo no tenía sentido de la vergüenza y se reían por ello.
La frase “no es lo mismo contarlo que vivirlo” es ya su seña de identidad. ¿Ha cambiado tu forma de forma de ver la prostitución?
Claro, porque yo me acercaba al principio con los mismo prejuicios y las ideas preconcebidas sobre el tema que tenemos todos. Y, cuando llegas, empiezas a escuchar, a desmitificar y ves que la gran mayoría lo hace porque quiere, deciden lo que hacen, ponen su precio y es como cualquier otro negocio. Te das cuenta que lo peor para una prostituta no es tener muchos clientes sino no tener ni uno, lo peor es ofrecerte y que nadie te seleccione. No estamos acostumbrados a pensar sobre el tema en esos términos pero es así. Los mitos se te rompen cuando te acercas a la realidad y las ves tan de cerca.
¿Tiene algún nuevo proyecto televisivo en mente?
Yo siempre tengo proyectos. Me encantaría hacer un programa de televisión con un formato totalmente novedoso, pero dudo que me lo quieran comprar (cuenta entre risas). Se trata de un concepto complicado en el que se mezclarían una puesta en escena de ficción pero con contenido periodístico. A la hora de rodar se establecería un guión ficticio, por ejemplo, contar un día en la vida de una persona y ponerla en situaciones diferentes, que nunca vive, eso sería la parte de ficción y el contenido espontáneo y periodístico sería el resultado final. Escenas cerradas en las que lo que pase entro de ellas no sea guionizado sino natural y cada documental sobre un tema y una persona diferente como protagonista.

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