lunes, 13 de julio de 2015

Samanta Villar: “Las putas se están empoderando”

“Me estáis dejando hecha un pincel”, comenta mientras le hacemos el estilismo. la periodista, que acaba de publicar ‘nadie avisa a una puta’, la historia de unas prostitutas que lo son porque quieren, no se siente pibón, pero está encantada. En septiembre cumplirá 40. | Descarga el reportaje completo

¿Cuál es la situación más incómoda en la que se ha visto trabajando?
Cuando no conectas con el personaje, no te entiendes con él y ves venir el desastre. Para nosotros es muy importante que ellos estén relajados, que sean lo más naturales posible. Cuando no consigues esa tranquilidad, es un desastre para todos.
Acaba de publicar un libro sobre la prostitución, la que se ejerce de forma voluntaria. ¿Qué porcentaje de mujeres la pueden estar ejerciendo de esta forma en España? 
Pues, en realidad, lo sorprendente es que no hay rigor, no hay cifras reales, nadie se ha puesto a estudiar el tema, y como cualquier actividad que se mueve en un campo alegal tiene muchos datos falsos. El INE quería hacer un cálculo para incluirlo en el PIB, y conozco a chicas a las que han llamado y han declarado la cuarta parte de lo que ingresan por miedo a que venga Hacienda y les pidan explicaciones. No hay cifras reales, no se puede saber. Sospecho que hay muchas más mujeres que se mantienen en la prostitución porque hacen un cálculo esfuerzo/beneficio y les compensa. No digo que sea un trabajo fácil, no creo que sea para todas las mujeres, pero es obvio que se gana mucho dinero y muchas de ellas te dicen que entraron de forma temporal y que al principio les parecía un horror y ahora ya no les parece tanto.
¿Cuál era el principal miedo que le manifestaban estas mujeres?
El estigma. Hubo dos cosas que me parecieron muy duras: la gestión emocional, porque en la intimidad de la habitación se generan emociones por un lado y por el otro. Cómo combinas eso con tu trabajo, tienes que fidelizar al cliente y rechazar sus emociones, pero sin perderlo. Eso es muy duro. Y el estigma, que les obliga a llevar dobles vidas, a no poder compartir los días buenos y los malos con nadie, me parece muy duro.

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