A sus 38 años, empieza a plantearse tener un hijo, pero, por ahora, la periodista –con estilismos que reinterpretan la moda jeans– conduce con éxito el rompedor espacio ‘Conexión Samanta’ y acaba de escribir un libro sobre prostitución.
Una periodista de raza
Si en televisión hay alguien valiente, de curiosidad insaciable y que se esfuerza por denunciar las injusticias, ésa es, sin duda, Samanta Villar.
La periodista catalana, pionera en implicarse en los reportajes con programas como el revolucionario ’21 días’, triunfa ahora con ‘Conexión Samanta’ –Cuatro, martes 0,30 h– que va ya por la sexta temporada y donde vuelve a hacer suya la premisa de “no es lo mismo contarlo que vivirlo“. Hablamos con ella en el hotel Mercure de Santo Domingo, en Madrid.
-Adicciones al sexo, el lujo o la emigración de los españoles son temas que acabas de tratar. ¿Con qué más vas a sorprendernos?
-Seguimos en la línea de los temas sociales, buscando enfoques sorprendentes. Hemos hecho incursiones en temáticas muy ‘bestias’ como el tráfico de niños. Y también otros asuntos más ligeros porque en la vida no sólo hay drama, sino también diversión. Tenemos un pie en la información y otro en el entretenimiento.
-Seguimos en la línea de los temas sociales, buscando enfoques sorprendentes. Hemos hecho incursiones en temáticas muy ‘bestias’ como el tráfico de niños. Y también otros asuntos más ligeros porque en la vida no sólo hay drama, sino también diversión. Tenemos un pie en la información y otro en el entretenimiento.
”La tensión me genera creatividad”
-¿Algunos programas te dejan tocada?
-Sí, es inevitable. Me ha pasado con el tráfico de niños para adopciones internacionales; ves cómo sufren las familias y te conviertes en testigo de la crueldad humana. El ser humano es capaz de lo peor y de lo mejor. Cuando te mueves en estas realidades te das cuenta de tus privilegios y de cómo podría cambiar tu propia vida en otras circunstancias. Vuelves a casa con una huella, si no, no serías persona. Pero hay que saber convivir con eso, aunque te marque.
-Sí, es inevitable. Me ha pasado con el tráfico de niños para adopciones internacionales; ves cómo sufren las familias y te conviertes en testigo de la crueldad humana. El ser humano es capaz de lo peor y de lo mejor. Cuando te mueves en estas realidades te das cuenta de tus privilegios y de cómo podría cambiar tu propia vida en otras circunstancias. Vuelves a casa con una huella, si no, no serías persona. Pero hay que saber convivir con eso, aunque te marque.
-Diriges el programa, ¿es el comienzo de otra etapa?
-Lo veo como una evolución natural, sobre todo en un formato tan personalizado en el que lo lógico es que seas la dueña de las decisiones. Estoy encantada porque la productora Boca a boca y la cadena Cuatro me han permitido tomar las riendas de los reportajes. Me supone una madurez profesional y soy yo la que me pongo los límites. Por carácter me siento muy incómoda con alguien que me diga lo que tengo o no que hacer porque ya me gusta decírmelo a mí misma.
-Lo veo como una evolución natural, sobre todo en un formato tan personalizado en el que lo lógico es que seas la dueña de las decisiones. Estoy encantada porque la productora Boca a boca y la cadena Cuatro me han permitido tomar las riendas de los reportajes. Me supone una madurez profesional y soy yo la que me pongo los límites. Por carácter me siento muy incómoda con alguien que me diga lo que tengo o no que hacer porque ya me gusta decírmelo a mí misma.
-¿Te ves dejando de dar la cara en pantalla?
-Ahora sería un error renunciar a estar delante; sería desaprovechar una cara que de momento no está quemada. Todavía no es un ciclo cerrado, pero, si llegase el momento, no me importaría dar ese paso.
-Ahora sería un error renunciar a estar delante; sería desaprovechar una cara que de momento no está quemada. Todavía no es un ciclo cerrado, pero, si llegase el momento, no me importaría dar ese paso.
-¿No tienes ganas de recuperar un poco tu vida personal?
-Pensé que al dejar ’21 días’, la recuperaría, pero no ha sido así. Creía que estaría más en casa pero ahora, en lugar de hacer un programa en 21 días, grabo una hora de emisión en cinco o seis días y sigo con otra temática. Es agobiante, pero la tensión me genera creatividad. Eso sí, no consigo tener una rutina.
-Pensé que al dejar ’21 días’, la recuperaría, pero no ha sido así. Creía que estaría más en casa pero ahora, en lugar de hacer un programa en 21 días, grabo una hora de emisión en cinco o seis días y sigo con otra temática. Es agobiante, pero la tensión me genera creatividad. Eso sí, no consigo tener una rutina.
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